Nuestro país concentra el 26% de las 582 compañías de la región que han certificado generar beneficios económicos, sociales y medioambientales. En Sistema B, la corporación que se formó para incentivar que más privados se sumen a esta filosofía, atribuyen la cifra chilena a una creciente nueva mentalidad empresarial en el país y aseguran que es importante que el Estado ponga incentivos para que iniciativas como esta logren masificarse.
Hasta hace unos años no eran muy conocidas en el país, pero sí en otras partes del mundo. El movimiento de las Empresas B nació el año 2006 en Estados Unidos de la mano de B Lab, con un objetivo ambicioso: redefinir el concepto de empresa y lo que significa el éxito en los negocios; es decir, crear lo que ellos llaman ‘una nueva genética económica’. Así, las empresas interesadas en este modelo, podían certificarse ante B Lab e incorporar en sus estatutos las bases de un modelo fundado en el triple impacto: que la compañía no solo genere un beneficio económico con sus servicios y productos, sino también un impacto positivo en lo social y medioambiental.
En Chile, se instalaron en 2012 de la mano de Juan Pablo Larenas (Late!), Gonzalo Muñoz (TriCiclos), María Emilia Correa (TriCiclos) y Pedro Tarak (Guayakí), quienes se aliaron con B Lab para expandir la certificación por Latinoamérica con una visión sistémica. Según Juan Pablo Larenas, cofundador de Sistema B y director ejecutivo de B Lab Global, vieron que existía una oportunidad gigante al haber una gran cantidad de empresas comportándose bajo la filosofía de Empresas B, a las que certificarse les hacía pleno sentido.
‘Las Empresas B han sido la evidencia más concreta de que es posible hacer las cosas de manera diferente. El propósito, responsabilidad y transparencia —los 3 elementos de una Empresa B— son la práctica de una nueva forma de hacer negocios y generar impacto positivo. El movimiento ha influenciado cambios en las reglas de juego’, explica el brasileño Marcel Fukayama, actual director ejecutivo de Sistema B Internacional.
Según las cifras actualizadas de Sistema B, en Latinoamérica existen 582 Empresas B certificadas. De esas, 153 son chilenas, lo que representa el número más alto de la región. Esto se traduce en más de 19 mil personas empleadas por este tipo de empresas en Chile. Un punto relevante es que nuestro país lidera en cantidad de mujeres empleadas por Empresas B: son más de 4 mil.
Durante 2019 , la cantidad de Empresas B en Chile aumentó 31%. El 50% de las compañías certificadas son de servicios con menor huella ambiental y firmas manufactureras.
La esencia del movimiento B
El movimiento de las Empresas B se basa en una visión donde los negocios generan impactos positivos, tanto ambientales como sociales. En Chile, abarcan muchísimos rubros y empresas de distintos tamaños. A pesar de que cumplir los estándares para la certificación es más sencillo de lograr para una empresa pequeña, también existen compañías de gran tamaño que han logrado certificarse, como Hortifrut y Red Megacentro. El primer paso para esto es pasar por la Evaluación de Impacto B.
‘La certificación B implica que la empresa debe realizar un cambio en sus estatutos, ampliando de esta manera el deber fiduciario de los accionistas y gestores para incorporar intereses no financieros que apunten al compromiso de generar impactos sociales y/o ambientales positivos. Por otra parte, se busca proteger la misión y el propósito de la compañía, y considerar a todos sus públicos de interés: trabajadores, comunidad y medio ambiente en la toma de decisiones de la empresa, con miras al largo plazo’, explica Laura Sabatini, directora de certificación de Sistema B Chile.
Para Luis Felipe Lehuedé, gerente general de Red Megacentro, la certificación tiene que ir de la mano con una conciencia intrínseca en la empresa. ‘La certificación no puede ser impuesta a la fuerza si tú no traes un cierto ADN como empresa primero. No puedes cambiar una empresa para que sea B, las empresas tienen una cierta vocación y compatibilidad con ser B’, dice.
Una de las empresas medianas que lograron certificarse es Próxima Servicios, que busca combatir la desigualdad al ofrecer un servicio de apoyo a compañías para mejorar sus condiciones laborales. ‘La alternativa es que empresas B certificadas logren crecer a escalas en que generen impacto en la sociedad y muevan la aguja, y para eso lo más importante es visibilizar y que el consumidor conozca y prefiera las empresas que se la han jugado por la sostenibilidad social y ambiental’, dice Eduardo Castillo, presidente ejecutivo de Próxima.
A nivel de impacto social, en Latinoamérica las Empresas B donaron más de 98 mil horas de voluntariado el año pasado. Solo en Chile fueron más de 38 mil, el número más alto de la región. En cuanto a medio ambiente, este tipo de empresas en Chile han evitado que más de 10 millones de toneladas de desechos lleguen a rellenos sanitarios. Esto también constituye el número latinoamericano más elevado, ya que en toda Latinoamérica fueron 16,3 millones de toneladas de desechos.
Un ecosistema colaborativo
El hecho de que Chile lidere en gran parte de las estadísticas del movimiento B en Latinoamérica no sorprende a los que manejan la corporación. ‘Chile, donde el movimiento ganó más fuerza, tiene una cultura de responsabilidad empresarial muy consciente, y cada vez más alineada con los desafíos y oportunidades de este siglo’, señala Fukayama.
Sin embargo, desde la corporación también consideran relevantes las acciones del Estado. ‘Es importante que desde el mundo público se vaya acompañando a las empresas en esta transición hacia ser empresas más responsables y sostenibles, que no solo generen un beneficio para sí mismas, sino que también para el país. En este sentido, valoramos ciertas iniciativas que ya se están tomando desde el Gobierno, como por ejemplo el programa Focal de Corfo, que entrega un incentivo económico para la implementación de Empresas B o los bonos de impacto social (BIS) que operan como un instrumento de financiamiento, donde la ganancia debe estar ligada a un objetivo social o ambiental’, comenta Josefa Monge, presidenta del directorio de Sistema B Chile.
Desde las empresas coinciden con esta visión. Para Luis Felipe Lehuedé, el hecho de que existan este tipo de certificaciones va creando un círculo virtuoso, en donde todos los entes pueden comenzar a actuar de manera más colaborativa para mejorar el país. ‘Tiene el componente especial que permite que las empresas se relacionen con las comunidades y las municipalidades, por ejemplo, pero en un mundo apolítico. Eso es súper positivo en un Chile como el de hoy’, dice.